Texto extraído de pacifista.co

El lenguaje es uno de los ámbitos que repercuten en el problema de las drogas y la forma de hacerle frente con efectividad. Los miedos entorno a las personas que las utilizan crean un rechazo social expresado a través de palabras con connotaciones negativas , como llamar “yonkis” a las personas con problemas de adicción a dichas sustancias. Su estigmatización conduce a la discriminación social y leyes represivas que enquistan el problema. La Comisión Global de Política de Drogas, formada por un grupo de reconocidos ex presidentes, políticos y diplomáticos de todo el mundo, insiste en que el rechazo debe dirigirse hacia el crimen organizado del narcotráfico y no hacia el eslabón más débil, el consumidor. Por ello, han realizado una serie de recomendaciones sobre el lenguaje cuotidiano en su informe anual que ayudan a eliminar parte de los prejuicios que existen en nuestra sociedad actual:

HABLEMOS DE… NO HABLEMOS DE…
Personas con un uso no problemático de drogas Usuarios recreativos, casuales o experimentales de drogas

Uno de los mayores mitos del consumo de drogas es que cualquier uso termina en una dependencia o adicción. O, aún peor, que se trata de algo irreversible o permanente. En realidad, según la Comisión Global, sólo el 11,6% de las personas usuarias tienen un uso problemático o peligroso que requiere atención.

Por eso, vale la pena insistir en que son personas cuyo consumo no les está generando dificultades. Y no si lo hacen “por recreo” o no, porque en esa categoría caben tanto los que tienen usos problemáticos/peligrosos como los que no.

HABLEMOS DE… NO HABLEMOS DE…
Persona con dependencia a las drogas, con uso problemático/peligroso de drogas Drogadicto, vicioso, «yonqui”, enganchado…

Aquí aplica la misma lógica: el problema no es la persona, sino sus hábitos y las consecuencias que éstos tienen en su vida.

Por eso, hablar de “viciosos” y “drogadictos” termina poniendo el énfasis en el hecho que esas personas han fracasado en su relación contra la sustancia, en que son iguales y no tienen salida. Hablar de “heroinómanos”, en que la persona y la droga son lo mismo, o de “yonquis”, donde el consumo de droga está ligado a un comportamiento criminal.

En cambio, hablar de personas con dependencia o usos problemáticos le quita el peso a la sustancia y lo pone en las circunstancias de la persona. Para pensar en un tratamiento hecho a la medida, hay que entender –por ejemplo– si consume heroína porque la pareja lo dejó o porque heredó el hábito de la madre.

HABLEMOS DE… NO HABLEMOS DE…
Persona que ha dejado de utilizar drogas, persona en abstinencia de drogues Estar limpio

Abandonar un hábito problemático o peligroso de consumo de drogas no sucede de la noche a la mañana, sino que es un proceso. Por eso, viejos términos como “estar limpio” no reflejan que se trata de un camino largo, complejo y con ocasionales retrocesos y avances.

En cierta forma, se parece al concepto que cada vez es más aceptado para hablar del alcoholismo: no es que uno deje de serlo, sino que lo importante es que lleva X tiempo sin consumirlo.

HABLEMOS DE… NO HABLEMOS DE…
Trastorno de consumo de drogas, uso problemático/peligroso de drogas Vicio

De nuevo, el problema no es que haya un “vicio” que se apodera de las personas sino que hay personas que, ante sustancias iguales, desarrollan distintos tipos de trastornos y usos problemáticos que requieren atención distinta.

Juntarlo todo en “vicio” mete a todas las personas consumidoras en el mismo saco (incluidas las que no tienen ningún problema) y evita que encontremos soluciones efectivas para cada una.

HABLEMOS DE… NO HABLEMOS DE…
Hacer frente, responder al problema de las drogas Guerra contra las drogas, combatir/luchar contra las drogas y otras palabras bélicas

Una de las peores herencias que nos dejó Nixon fue el vocabulario bélico para hablar de las drogas, un enfoque que ayudó a que los gobiernos aplicaran una visión militarista contra el consumo de drogas que –en vez de resolver el problema– lo agravó.

Ese enfoque es la razón por la que terminaron pagando los eslabones más débiles de la cadena, como las personas consumidoras en todo el mundo (a quienes les dieron cárcel y sanciones penales en vez de tratamientos médicos) y, en Colombia, los agricultores de plantaciones de coca (“cocaleros”), mientras los peces más gordos del crimen organizado seguían libres. Por eso, olvídese de las palabras bélicas.